Una vez finalizado el periodo de la vuelta al cole y entrando más de lleno en el seguimiento de hábitos y rutinas, pasamos a comentar algunos detalles sobre su importancia y la repercusión que ejerce en pequeños y mayores.
Muchas veces, hablar de rutina se entiende como algo negativo, porque va ligado a tomar las
ocupaciones diarias, donde algunos asocian este término al aburrimiento, cansancio, etc. Sin
embargo, debemos comprender que establecer una costumbre o un hábito adquirido optimiza
la eficacia de la práctica, así como su automatización, lo cual fomenta el desarrollo de una
conducta de forma intuitiva.
Siempre que dejamos atrás un periodo de vacaciones, sois muchos papás quienes definís este
periodo como “caótico, desorganizado, donde vuestros hijos se muestran nerviosos,
desregulados, etc.
A partir de ahí, nos preguntamos ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué es tan importante una rutina
para los niños? ¿Qué sucede cuando no seguimos una rutina, o esta se rompe?
Los niños se sienten seguros cuando mantienen una rutina diaria en la que son capaces de
predecir y organizarse con antelación para desarrollar sus actividades.
Disponer de un hábito ayuda al niño en su autonomía, gestión del tiempo y resolución de
problemas. Antes o después, llega un momento en el que los niños demandan la necesidad de
hacer las cosas “solitos”, siempre y cuando hayamos mantenido las mismas secuencias en el
desarrollo de las actividades diarias, como por ejemplo a la hora de vestirse (primero ropa
interior, calcetines, camiseta, pantalón, etc.) esto les permite mantener un orden establecido
donde pueden afrontar y resolver de forma más eficaz porque resulta predecible. Así, con forme van creciendo, aprenden cuánto tiempo requieren para hacer los deberes, para
ducharse, para anticipar aquello que deben hacer antes de ponerse a jugar, etc.
Es por ello, por lo que en el momento en el que nos salimos de las rutinas sienten que han
perdido el control de la situación, se muestran más despistados ya que no se realizan los
mismos recorridos por lo que empiezan a depender del adulto para su regulación. Es por ello,
por lo que debemos favorecer un entorno en el que cada vez sean más autónomos en el
desempeño de sus actividades entrenando sus acciones en forma de hábitos que
posteriormente realizarán de forma intuitiva incluidas dentro de sus rutinas.
Yaiza Muñoz Cólliga, Terapeuta Ocupacional Familie, Centro de Desarrollo y Atención a la Infancia
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