jueves, 9 de febrero de 2017

¿Necesita mi hij@ ir a un psicólogo? IDEAT

Generalmente solemos pensar que los niños/as están en la mejor etapa de la vida, que no tienen malestar, que son felices, que no poseen preocupaciones, ni problemas. Por eso, especulamos que no requieren de ayuda especializada, y si la requieren, las falsas creencias nos han hecho pensar que “mi hijo/a ya no tiene remedio”.

Pero la realidad es diferente. Los niños/as sufren, aunque los síntomas no sean evidentes ni predecibles. No saben o no pueden expresar explícitamente aquello que les perturba, ni son conscientes de la magnitud de aquello que les estorba. Como cualquiera en su proceso de crecimiento y maduración emocional, tienen conflictos internos que, a veces, no saben manifestar y manejar.

¿Por qué cuando el niño está enfermo lo acercamos al médico de una forma natural y cuando lo vemos angustiado o triste nos cuesta asumir que pueda necesitar otro tipo de ayuda? No debemos tener miedo a decidirnos a ello, puesto que los profesionales están para guiarnos y descubrirnos recursos para mejorar en nuestro proceso madurativo de ser padres.

En nuestra sociedad, aunque no lo parezca, se le exige mucho a la población infantil. Ellos interpretan, en casa y en la escuela, que deben ser lo más perfectos posible: puntuales, estudiosos, disciplinados, con una conducta impecable…Sus jornadas escolares son largas y al añadirles alguna que otra actividad extraescolar, el tiempo de juego queda limitado y apenas disponen de espacio y libertad para su mundo, sus cosas, sus ilusiones, sus fantasías. El vivir a “golpe de reloj”, tal y como vivimos los adultos, puede hacer que se sientan tristes, angustiados o en continua tensión.

Por supuesto, ante este mundo repleto de estrés, hay que añadir problemas más serios de carácter patológico: acoso escolar, abuso sexual, duelos… que es importante detectar a tiempo para ofrecer un tratamiento temprano y adecuado.

Saber cuándo actuar y buscar el profesional adecuado nos ayudará a ponernos en marcha para solucionar su problemática.

Los diferentes síntomas que pueden aparecer como forma de expresión de conflictos internos en el niño/a son:
-        no habla
-        no se integra
-        sigue mojando la cama
-        empieza a tener problemas de aprendizaje de forma repentina
-        demuestra agresividad
-        tiene tics
-        presenta un lenguaje obsceno inusual en él/ella
-        está triste
-        se enfada o angustia con facilidad

Pero, lo más destacado, es la intensidad o la permanencia continuada en el tiempo de estos síntomas.
Cuando los adultos resolvemos conflictos y miedos, apreciamos que crecemos, nos sentimos mejor con nosotros mismos y con más fuerza para aceptar otros retos en la vida. Esto es justo lo que siente un niño/a cuando comprende lo que le pasa en su conflicto interno y se le ayuda a resolverlo.

El psicólogo infantil le ayuda a detectar su malestar, descubrir sus causas y proponer las soluciones adecuadas según su edad y su proceso de maduración emocional.


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