Los padres son
capaces de observar en ellos mismos y en sus hijos situaciones comunes a nivel
del desarrollo que les sorprenden y pueden incluso asustarles. Sin embargo, la
comprensión de las mismas les ayuda a entender porque sus hijos hacen lo que
hacen, y porque ellos reaccionan como lo hacen.
Pero para ello,
será necesario no cerrar los ojos, y atender a la realidad del conflicto, que
no tiene por qué ser un problema grave, sino sencillamente conflictos y crisis
que van surgiendo en el desarrollo evolutivo y madurativo de los niños.
Es fácil que estos
conflictos se den de 0 a 6 años, ya que es la etapa en la que más aprendizajes
se dan, y a un ritmo vertiginoso. Es una etapa de conocimiento, descubrimiento,
adaptación… lo cual genera caos y confusión en muchas ocasiones no solo en los
niños, sino también en los padres en cuanto a ellos mismos y a sus propios
hijos: “¿lo estaré haciendo bien?”, “si esto nunca lo hacía…”, “¿Por qué ha
cambiado tanto?” ...
La mayoría de las rutinas
diarias, en lo que la relación paterno-filial se refiere, se produce de manera
casi instintiva, sencillamente desde su saber hacer, desde los modelos
educativos aprendidos, y por las propias experiencias. Pero es importante, y
por ello insistimos, comprender los conflictos que irán surgiendo en torno al
sueño, a la agresividad, a los miedos, a la alimentación… cambios que
requerirán una toma de conciencia y una comprensión de lo que hacemos como
padres, y ellos obran como hijos, pues es en esta etapa, además, un momento en
el que el lenguaje no es tanto verbal sino corporal, gráfico, pre lingüístico…
y muy pocos niños podrán expresar a nivel emocional que es lo que les ocurre.
Todo esto que
venimos diciendo nos servirá para cualquier conflicto en el proceso de
crecimiento, sin embargo, nos centraremos hoy en el tema de los celos:
Los celos aparecen cuando
nos sentimos en desventaja frente a otra persona por algo que poseemos, o que
pensamos que poseemos. Por lo que no es preciso la llegada de un hermanito para
que se den, y además decir que se experimentan desde temprana edad:
Partimos de la relación
fusional madre-hij@. Al comenzar a ser conscientes de esa tercera y tan
importante figura familiar que es el padre, la triada edípica dará comienzo,
con toda su complejidad. Será este el momento escogido para marcar que es ese algo que poseemos, el
primer objeto suele ser por tanto la mamá. De ahí, que tras una etapa fusional,
cuando mamá y el hij@ empiezan de nuevo a ser dos personas independientes (que
lo eran ya, aunque no lo pareciera), surgen las primeras contradicciones y
celos de “esta es mi mama”, que gráficamente ilustra Quino en una de sus
viñetas de Mafalda:
¿Qué ocurre si no hay
papá? Que la mamá igualmente fijará su mirada ya no solo en su hij@, sino que
retornará al trabajo, a su vida social, tendrá intereses propios, y
preferencias más allá de la crianza y del ser madre. Y el niño o la niña
marcarán la posesión sobre su mamá respecto a los familiares, amigos, etc.
El niñ@, no verá con
buenos ojos este movimiento, por lo que se resistirá y puede que cambie incluso
su forma de comportarse, pues a pesar de que él/ella también desea la
distancia, y la autonomía (ese conocido “yo solo”), su punto de referencia de
seguridad de sostén… está cambiando. ¿Cómo nos sentimos ante los cambios? Nos
asustamos, nos retraemos (o sufrimos regresiones), en resumen, nos sentimos
perdidos.
Recordar en este punto
que esta etapa de 0 a 6 años es una etapa de muchos cambios, y todos ellos son
necesarios para crecer, por eso ante la dificultad del niñ@ en temas de
desarrollo como son los temidos celos, en lugar de tender a evitarlos, taparlos,
o ignorarlos, cosa que no dará efecto, pues es algo que el niño y la niña
sienten, y por lo tanto es real para ellos, no desaparecerán. Por eso, y volvemos
a la idea inicial, es preferible seguirles acompañando en su desarrollo desde
la comprensión y el respeto de lo que va ocurriendo, tomando conciencia de cómo
les afecta a ellos, y a nosotros, escucharles y escucharnos, y aprender a vivir
con las emociones propias: reconocerlas, identificarlas, expresarlas…
Un
niño puede sentirse muy seguro en algún aspecto de su vida e inseguro en otro.
Por ejemplo, un niño puede ser brillante en los estudios, lo cual le aportará
una gran seguridad a la hora de enfrentarse a cualquier situación académica,
pero sentirse "inferior" en el ámbito familiar y será en este medio
donde pueden aparecer los celos.
La llegada de un hermano
es un momento propicio para que se den
los celos. Antes que nada, remarcar que las emociones que provocan los celos en
sí son de lo más natural, aunque pueda resultar una situación dolorosa, por
eso, siempre será mejor tratarlos de la forma más natural posible: preparar
la llegada del bebé, sin forzar el tema, contarle los cuidados que necesitará
el nuevo miembro de la familia, etc.
Esto no impedirá que
surjan los celos, sino que permitirán al niñ@ sentirse seguro, protegido,
respetado… aun sintiendo celos, aun sintiendo rabia/enfado, aun sintiéndose perdido.
También surgen celos en
la escuela (compañeros hacia la maestra), en procesos de separación, sobre todo
si se da triangulación parental, o incluso frente a mascotas, o familiares
cercanos.
Es
importante hablar de lo que está ocurriendo en casa, o en la escuela, de lo que
son los celos, de porque se sienten, de cómo se sienten, y propiciar
estrategias y herramientas de expresión que no dañen a quien los siente ni a su
entorno. Como siempre recomendamos que se den en forma de juego, pues permiten
trabajar emociones, y conflictos serios, que les angustian, de una forma
divertida, que desdramatiza la situación y que resulta menos angustiosa: con cuentos,
pinturas, juego simbólico…
Es muy importante
siempre, en cualquier caso, que se trate de conflictos evolutivos (miedos,
alimentación, celos…) tener en cuenta que el poner límites de lo que se puede y
no se puede hacer siempre es una fuente de seguridad para ellos, aunque en
principio no los acepten, pues los límites son las normas que nos marcan el camino
cuando no sabemos lo que está bien y lo que está mal y pensamos que podemos
todo, como les ocurre a los niños/as en esta etapa, que se sienten tan
egocéntricos por lo que conlleva el desarrollo madurativo, en el que están más centrados
en el descubrimiento del yo que en lo social.
PAULA MARÍN TERAPEUTA INFANTIL
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